Por: David Salas
Vivimos en un momento muy entretenido de la historia de la humanidad, por lo menos en cuanto a lo que tiene que ver con qué tan especiales somos.
Hace un par de semanas, científicos reportaron que el telescopio James Webb (el más poderoso creado para ver el universo) podría haber detectado compuestos orgánicos y condiciones atmosféricas interesantes para la vida en el exoplaneta K2-18b, a 124 años luz de la Tierra.
Una atmósfera rica en hidrógeno, metano, dióxido de carbono… y posibles rastros de dimetil sulfuro (DMS), un compuesto que en la Tierra está vinculado a organismos vivos.
Señales suaves, no pruebas, de que, TAL VEZ, allá también está evolucionando la vida.
¿Se imaginan? Si algún día se confirma… ¡viviríamos eso!
También tendremos más pistas de lo pequeñitos y pedacitos que somos. ¡Qué belleza!
Sería además un sacudón enorme al marco de referencia de la vida en el universo.
Uff, esto pone los problemas y su significado en perspectiva…
¡Y surgen muchas preguntas!, por ejemplo: ¿Qué problemas de los que tengo sobre la mesa realmente importan? ¿Cuáles, si los resuelvo, podrían mejorar la vida de los seres vivos que están aquí cerquita… o de los que puedan estar allá más lejos?
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